miércoles, 29 de abril de 2015

RELATO CORTO-SEGUNDO CICLO-MENCIÓN ESPECIAL

RELATO CORTO-SEGUNDO CICLO-MENCIÓN ESPECIAL

Mención especial:           Lentejas para los martes, de Andrea Pedrero Porras


                                    LENTEJAS PARA LOS MARTES            

En memoria de Nuria Ballesteros                                                                                                                                                   .                                                         
Decía un amigo mío que a pesar de todo la vida sigue, que sumas dos más dos
y te das cuenta de que siempre te va a dar cuatro, que al final el destino nos
conduce a todos a nuestro último capítulo, aunque a veces, el destino se
pone en nuestro camino demasiado pronto, y  nos sorprende con un
inesperado y único final que pone punto a cualquier coma. Pero a veces, la
vida no sigue, a veces sólo pasan los días. Y al final de aquel día, lo supe bien.

Subía deprisa, la cremallera del abrigo de Sara y después cogía la mano de
Paula y la sonreía tristemente.
-¿Por qué vamos tan pronto a ver a mamá?
La pregunta que me temía. Sonreía cuidadosamente. Cuatro y siete años.
Demasiado pequeñas. Demasiadas piadosas mentiras tapando la oscura
realidad que las esperaba. No podía ser verdad.
-Cariño, mamá necesita veros.
Y lo necesitaba, claro que lo necesitaba, al menos verlas por última vez.
Necesitaba tener en sus últimos segundos a dos de sus pilares
fundamentales, para escuchar y decir todas esas cosas que no se dicen
cuando todavía se tiene a alguien, esas cosas que se dan por hecho y a veces
no está mal recordar, porque al final es en el momento que falta cuando te
das cuenta de lo que pierdes, y de lo que esa persona se lleva consigo y deja
a medias.
Quedaban tan solo unos cuantos metros para llegar. No podía evitar dejar
de temblar al ver las caras inocentes de mis primas por el retrovisor. Aún no
sabían nada. Las habían convencido de que se curaría, de que las próximas
navidades estarían juntas y pasearían felices de su mano bajo las luces de
Madrid, que volvería a hacer lentejas para comer los Martes, aunque Paula
las odiara, volverían a levantarse tarde los Domingos y madrugar los Lunes.
Pero debe de ser que el cáncer no entiende de personas ni de edades.

Agarré fuerte la mano de Paula, tanto como si se nos fuese a caer el
mundo encima, y la llevé lo más rápido que pude a la habitación. Estábamos
todos. Y allí estaba ella. Como sumergida en un sueño que nadie más
entendía. Yacía sobre una cama cualquiera para una princesa como ella. 
Sonaba irónico despedir en tan solo unos segundos a alguien que compartió
una vida a tu lado. No me salían las palabras, pero las lágrimas se
adelantaron. Paula agarraba fuerte la mano de su mamá para que nadie ni
nada se la arrebatase y la prometía que se portaría mejor, que se comería
las lentejas que tanto odiaba pero que tanto añoraría, que sería la mejor
para que pudiese sentirse orgullosa de ella y la decía que la quería, que la
quería muchísimo y que la echaría de menos, pero se acordaría de ella y se la
recordaría a su hermana, la contaría como preparaba esos pasteles para los
domingos y como la arropaba en las noches más frías, porque ella era
demasiado pequeña como para entender algo y despedía a su mamá desde los
brazos de su padre sin comprender que se despedía para siempre.

Después de un año de lo ocurrido, Paula , se ha dado cuenta de que Madrid
no es tan bonito sin alguien con quien compartir las navidades, que los
Domingos no eran lo mismo, ni los madrugones de los lunes y a pesar de lo
mucho que odiaba las lentejas, echa de menos los Martes sin ellas, y sin
ella.






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