Primer Premio: Cápsula X33V, de Guillermo Soria Royuela
“CÁPSULA X.33-W SÓLO A
20.000 STAKS, ¡USTED PUEDE COMPRARLA!”
Superpoblación
es un fenómeno que se produce cuando una elevada densidad de población provoca
un empeoramiento del entorno, una disminución en la calidad de vida o
situaciones de hambre y conflicto. Mucha gente, recursos limitados es igual a
mal asunto. Estas palabras definen perfectamente la situación actual de nuestro
planeta.
Yo
sabía que en algún momento todo se acabaría pero lo que de verdad no me
esperaba es que mi vida fuera a cambiar en tan solo una semana.
El
miércoles de esa misma semana el gobierno anunció, como si fuera un nuevo
modelo de coche unas ‘capsulas’ de tan solo una plaza para escapar de este
infierno tan próximo. El único detalle que no explicaba el anuncio, el
inconveniente, era que cada cápsula costaba nada menos que 50.000 staks. Mucha
gente las compró pero no todo el mundo tenía esa cantidad en el Globalbank. Mi
padre, con un sueldo de unos mil staks, no pudo comprar una de esas cápsulas.
Mi familia estaba muy preocupada. No sabían que hacer hasta que oímos la
segunda oferta de ‘escape’. La opción era comprar una capsula fabricada con
componentes antiguos, el nucleó de otra generación de cápsulas experimentales
que no habían funcionado demasiado bien y el instrumental de vuelo había salido
de cazas rusos obsoletos. El anuncio no decía que se fabricaban en Zimbawe y que no necesitan pasar los controles de
calidad de la Unión Norte. De estas segundas cápsulas hubo enseguida un boyante
mercado no insitutucional. Las nuestras nos la vendió un amigo de mi padre
medio contrabandista. En una revista sensacionalista leí que otro
inconveniente, a parte de los posibles problemas de ajuste en la fabricación,
era que podía reventarse como una pompa de jabón con la fricción del aire. Las
fotos del reportaje en la revista eran desagrables. También se sugería que tal
vez estas cápsulas tuvieran un plan de vuelo codificado distinto.
Los
códigos de programación de muchas de ellas las permitián salir de la atmósfera
pero sin llegar a ninguna estación. La cápsula se quedaba orbitando alrededor
del planeta hasta ser rescatada por una Colmena, así se llamaban esos enormes
artefactos automatizados, eran unas grandes naves con forma de panel gigante
que atraían a las cápsulas perdidas y donde luego se acoplaban. Entonces el
sistema ponía a sus ocupantes en modo hibernación hasta que el equipo de
científicos analizase la atmósfera y considerase que todo había pasado y ya
podíamos regresar.
Mi
padre compró dos de estas cápsulas para mi hermano y para mí. Mi hermano y yo
siempre nos poníamos en el tejado de nuestra casa y hablábamos y discutíamos
sobre cuerpos celestes, viajes a otros planetas y agujeros negros mientras
observábamos el cielo cubierto de estrellas. Una de esas noches, dos días antes
del lanzamiento, mi hermano me dijo que había rumores sobre las supuestas
estrellas fugaces que se veían por la noche. La gente decía que se trataban de
naves chatarra, esos modelos de cápsulas baratas. Me contó que algunas de ellas se desvanecían
antes de llegar a la exosfera. Ese fogonazo que se veía y que parecía una
estrella fugaz era gente. Personas que se quedaban a las puertas del cielo.
Nuestro
padre nos despertó a las seis de la mañana. Por fin era el día del LANZAMIENTO.
Él mismo nos preparó el desayuno. Mientras me servía la leche le noté los ojos
brillantes ¿había llorado? Cuando terminamos nos despedimos de nuestra madre. Fue
la despedida más corta de mi vida. El día anterior ya nos habíamos dicho todo.
Mamá no vino al lanzamiento. No quería verlo. Estábamos casi en el punto de
lanzamiento cuando pensé en las imágenes que había visto ayer en la televisión.
Miles de personas, naciones enteras se sumían en el caos y la anarquía. La
gente pasaba de ser ciudadanos obedientes y racionales a ser animales salvajes
sin ningún tipo de control.
Antes
de entrar a la capsula vi las naves de 50.000 staks y tengo que deciros que sí
había una enorme diferencia. Mi padre me abrazó y me dijo –cuídate y cuida de
tu hermano- esas fueran las últimas palabras que le oí decir.
Y aquí me
encuentro, solo, sudando, con una fina chapa presurizada que me separa de la
muerte. Estoy a punto de despegar, me lloran los ojos, el arnés me aprieta y me
siento egoísta por irme y dejar tanto atrás. Estoy despegando y casi no oigo
nada. Todo está vibrando. Siento la fuerza de la gravedad gritándome y diciendo
que me quede. Veo por la pequeña ventanilla las otras naves más caras pasando
como balas. A mi lado una nave se rompe en mil pedazos. Uno de los trozos golpea
mi cápsula. Ha dado en mi estabilizador. Empiezo a torcer hacia la derecha. Sé
que voy a morir. De repente todo se vuelve oscuro y silencioso.
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