martes, 30 de mayo de 2017

Relato 3º-4º ESO

TALENT SHOW
Patricia de la Encina García-3º D
La luna llena se alzaba sobre la cúspide de su ciclo una cálida pero ventosa noche de agosto. El fantasma del sueño abandonado de Casey recuperaba sus fuerzas en las entrañas del viejo teatro, alimentándose del miedo que ella vivía en forma de náuseas. Mientras luchaba por mantener el orden en su garganta, relajaba la temblorosa mano que el señor Miller le asía con fuerza. La nacarada escalinata de mármol parecía narrar anécdotas de anteriores celebridades que habían subido sus peldaños, a la par que Casey seguía sus mismos pasos. Al vislumbrar su camerino, el tenido por gran mago soltó su muñeca y desapareció tras el umbral de una puerta color caoba, arrastrando a su paso un aura hostil con olor a salitre. Casey cerró la puerta de su propia estancia, que crujió levemente, y maldijo aquel silencio que la obligaba a apaciguar su airado corazón.
Tras varios minutos caminando en círculos sobre las florituras de la raída alfombra, se resignó a aceptar que entre sus pálidas manos el tiempo moría. Cambió su vestido de seda negra por otro más largo y ceñido, con la espalda descubierta y del mismo azul índigo que la entintada flor de hibisco pegada a la solapa de la chaqueta del mago. Maquilló su rostro con vivas sombras azuladas y ahogó un doloroso sollozo al contemplarse en el ornamentado espejo. Sin embargo, al escuchar a Miller aporreando la quebradiza puerta, forzó un inexpresivo semblante y se dirigió hacia él con paso adusto.
Según bajaban la escalinata de mármol, Casey sentía un ambiente cada vez más frío, a pesar de los cálidos aplausos de un público que ya disfrutaba con otros espectáculos. Al ocultarse tras el telón, le invadió la solemne sensación de que nunca había habido una espera y su despedida del mago sería presurosa.
Descubrió que aquel sentimiento tan sólo era temor disfrazado cuando, con un aterciopelado ronroneo, las cortinas doradas se distanciaron para abandonarla cara a cara con la expectante audiencia. Miller el mago imitaba una torcida sonrisa tras su fino bigote mientras imploraba a Casey con la mirada que saludara a su público.
La eternidad discurrió lentamente en tanto que el mago realizaba sus trucos con doble fondo y ella agitaba los brazos a su lado con admiración fingida. Y a pesar de saber que aquel momento llegaría, se alarmó al oír aquella brusca voz anunciando el último truco.
Buscó con ansias alguna mirada en el público que pudiera tranquilizarla. Como nadie acudió ante su súplica, tragó saliva y caminó a horcajadas hacia un cajón decorado con estrellas azules como su vestido y dividido en tres pequeñas puertas que se abrían para darla paso. Entró en el cajón, empujada por Miller, y observó con miedo como él mismo cerraba las puertas.
En un arrebato de orgullo, Casey decidió calmarse. Respiró profundamente, esbozó una elegante sonrisa y abrió los ojos; así cuando la puerta que correspondía con su rostro se abriese, aquellos desconocidos no se alarmarían. Escuchó los lejanos aplausos y se concentró en el olor a hibisco para intentar no sentir el dolor de la delgada espada que había traspasado un hueco del cajón a la altura de su cintura y le desgarraba el costado derecho.
El mismo movimiento se repitió casi mecánicamente una vez tras otra, sin alterar el alegre rostro de Casey. Tal vez delirando por el potente perfume de la flor, se preguntó por qué decidió adentrarse en el ilusorio mundo de la magia. Un instante después, su último aliento huyó de aquel cuerpo ahora inerte, dejando tras de sí unos ojos color brea que ya no podían ver

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